lunes, enero 15, 2007

Los bien pensantes

LOS BIEN PENSANTES
Diario de Alcalá
12 de enero de 2007
En el aeropuerto de Barajas dos muertos, inmigrantes mal regularizados durante la operación llamada. Al mismo tiempo un individuo inadaptado y mala persona amenaza el solito a todo un pueblo, Villaconejos, hasta el punto de que los valientes del lugar no ven otra salida que levantarse y quemar la casa donde habitaba una señora embarazada. Para reforzar sus razones los vecinos presentan masivamente denuncias contra el hombre malquerido en una oficina que el alcalde habilita para ello.
Con el fin de arreglar los males de la tierra más vieja del mundo, por donde se sitúa el paraíso terrenal y encalló el arca de Noé, se graba un vídeo donde se ve que al ejecutado le insultan antes de atarle la soga al cuello. Por supuesto que para arreglar el desaguisado de esta guerra la única solución es mandar más soldados a las tierras situadas entre en Tigres y el Eufrates. Ya se encargarán de devolver los cadáveres de los latinos envueltos en la bandera de las barras y las estrellas.
Un reportaje da a conocer que una honrada mujer, para debilitar las defensas de los detenidos en Guantánamo, -cuyos delitos se justifican en vuelos clandestinos-, cumpliendo su obligación de interrogar de manera eficaz, enseñaba las tetas a los presos y les pasa la compresa manchaza por las narices...
En la plaza de nuestro pueblo, dijo el torero al rumano: me abres la pista o te mato. Y eso hizo, lo mató delante de su mujer que pedía auxilio, sin que nadie la oyera. El rumano, por supuesto, estaba contratado en negro y sin permiso de residencia, porque, aunque a punto a ser europeo de pleno derecho, aún no habían sonado las doce campanadas. El torero también es un cabal: trabajaba, jugaba al fútbol, integrado, buen vecino y sin problemas, lo que pasa es que ese día ya se sabe, llevaba unas copillas, como corresponde a estas fechas.
Pero los dos “sudacas” de Barajas habían venido clandestinos y murieron porque unos patriotas querían llamar la atención sobre la opresión que sufre su país y las cosas no iban como ellos querían. El ejecutado era un criminal que había preservado la cultura en las tierras más viejas del mundo judeocristiano y los verdugos, los liberadores. La policía de Guantánamo, una funcionaria bien intencionada que pretendía en exclusiva salvar el modo de vida americano, los presos unos malditos terroristas. Los vecinos de Villaconejos, honrados ciudadanos salvando a su pueblo de un inadaptado a quien la vida le trató mal. El torero de la plaza Cervantes un muchachote sano que disfrutaba de las entrañables fiestas navideñas, el rumano un inmigrante clandestino robando el pan a los españoles de toda la vida... Todos los asesinos eran bien pensantes: a las víctimas no las dejaron pensar: ninguno era de “los nuestros”. Por eso no apareció la Asociación de Victimas del Terrorismo.